El tango “Silbando” ocupa un sitial de honor entre mis
tangos preferidos. El autor de la letra, “Don Pepe” González Castillo, anarquista, poeta,
músico, dramaturgo y periodista, como lo describe una crónica de Clarín, fue
precursor del canto al barrio y los personajes, más que de la mina traicionera,
y legítimo fundador, con Francisco García Jiménez y Armando Tagini, entre
otros, de la línea “delicada” en la letra tanguera, e incluso de la de la
nostalgia del barrio que floreció luego en la “década de oro” del ‘40.
”El éxito de una obra
depende de la azarosa coincidencia entre las obsesiones privadas de un artista
y las necesidades públicas de una sociedad” dice con justeza Richard Rorty,
citado por Javier Cercas. Don José estuvo cerca siempre, desde sus ideas
sociales y desde su actividad teatral, de esas necesidades populares, y sus
letras lo demuestran. En eso fue, como todos letristas del tango, hijo de Pascual
Contursi y de Evaristo Carriego.
En el campo de la letra del tango, González Castillo fue
mucho menos prolífico –pero yo diría bastante más tanguero- que García Jiménez, y fue menos amigo del
lunfardo en sus letras. Su obra, más concentrada en la década del 20, destaca
más como atípica y novedosa allí por lo “cultista”, a decir de Jara. Un dato
raro que sabrán explicar los especialistas es que, en las carátulas que
encontramos de varias partituras, no figura el nombre de él, solo los músicos.
No se puede entonces hablar de la primera época del tango
obviando a don Pepe González Castillo. Así es como Homero Manzi lo recuerda en
la letra de “Ronda de ases”:
Cruzaron el tango bichitos de luz
fracasos de seda, muñecas de spleen.
Contursi les dijo Mireya y Esther.
González Castillo, Manón y Mimí
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