viernes, 28 de septiembre de 2018

DON PEPE GONZÁLEZ CASTILLO


El tango “Silbando” ocupa un sitial de honor entre mis tangos preferidos. El autor de la letra, “Don Pepe” González Castillo, anarquista, poeta, músico, dramaturgo y periodista, como lo describe una crónica de Clarín, fue precursor del canto al barrio y los personajes, más que de la mina traicionera, y legítimo fundador, con Francisco García Jiménez y Armando Tagini, entre otros, de la línea “delicada” en la letra tanguera, e incluso de la de la nostalgia del barrio que floreció luego en la “década de oro” del ‘40.

”El éxito de una obra depende de la azarosa coincidencia entre las obsesiones privadas de un artista y las necesidades públicas de una sociedad” dice con justeza Richard Rorty, citado por Javier Cercas. Don José estuvo cerca siempre, desde sus ideas sociales y desde su actividad teatral, de esas necesidades populares, y sus letras lo demuestran. En eso fue, como todos letristas del tango, hijo de Pascual Contursi y de Evaristo Carriego.

En el campo de la letra del tango, González Castillo fue mucho menos prolífico –pero yo diría bastante más tanguero-  que García Jiménez, y fue menos amigo del lunfardo en sus letras. Su obra, más concentrada en la década del 20, destaca más como atípica y novedosa allí por lo “cultista”, a decir de Jara. Un dato raro que sabrán explicar los especialistas es que, en las carátulas que encontramos de varias partituras, no figura el nombre de él, solo los músicos.

No se puede entonces hablar de la primera época del tango obviando a don Pepe González Castillo. Así es como Homero Manzi lo recuerda en la letra de “Ronda de ases”: 

Cruzaron el tango bichitos de luz
fracasos de seda, muñecas de spleen.
Contursi les dijo Mireya y Esther.
González Castillo, Manón y Mimí




Aquí el enlace con el artículo completo en pdf:

ARMANDO TAGINI


Armando Tagini no es, quizás, uno de los que primero se mencionan cuando se listan los méritos de los autores de letras de tango. Sin embargo, por lo menos dos de sus composiciones, “La gayola” y “Marioneta” figuran en la lista de clásicos del género, en la mía al menos. Por otra parte, en esta antología se verá que la mayor parte de sus letras están hoy olvidadas.

Hay una contradicción interesante en los comentaristas de Tagini. Se lo menciona a veces como precursor del lunfardo (“Gloria” y “La gayola”,) por ejemplo en  “El lunfardo rioplatense”  de Jorge B. Rivera  [del libro 500 Años de la Lengua en Tierra Argentina]. Se podrían agregar a esas letras  “Percantina”, “Mamarracho”, “Piuma al vento” o “No aguanto más”. Sin embargo, recomiendo ver  lo que dice “el Beto Flores” sobre el papel de Gardel en “lunfardear” “La Gayola” para comprobar que la letra original de Tagini incluía muchos menos lunfardismos que la que cantó Gardel.

Esto explicaría por qué otros comentaristas destacan a Tagini como uno de los autores que buscan un lenguaje alejado del lunfardo, junto con García Jiménez, González Castillo y Cadícamo.


Es necesario, pues, no dejar de lado que estamos hablando de los primeros poetas del tango, de los que fueron definiendo estilos, temas, lenguaje y tonos de la letra, que para las generaciones posteriores de letristas ya estaban asumidos, más allá de la innovación que cada uno aportó. Parto de la base de que la diversidad estilística en Tagini –que es también diversidad en calidad- se mueve en ese marco.

Se podría decir también que “Marioneta”, uno de mis tangos preferidos, es un adelantado de la tradición del tango evocación –véase la imagen de la partitura que acompaña a esta letra en la antología, que dice precisamente “tango evocación”-, sería don Armando pues, también en esto, un precursor, esta vez de la que fue la mirada tanguera preferida de la década de oro del 40. El ubi sunt, recurso clásico de la nostalgia, aparece también en “Menta y cedrón” (“Yo busco el tango de ayer, ¿dónde estará?”) como lo señala Ricardo Ostuni en “Poesía culta, poesía popular...


Aquí el enlace con el artículo completo: 
https://drive.google.com/file/d/1WwoAU093npirdO1OXF9Ja-owewCQKMX3/view?usp=sharing

martes, 25 de septiembre de 2018

PASCUAL CONTURSI




Escribir sobre Pascual Contursi no es igual a escribir sobre cualquier otro letrista de tango, porque se trata, y ya es redundante decirlo, del precursor –con la complicidad de Gardel- de la letra del tango tal como vivió y aún vive en nuestras memorias musicales y culturales.

Desde mi perspectiva personal –y cada persona aporta lo suyo a cómo los pueblos viven sus cancioneros- desde niña, al escuchar “Mi noche triste”, me conmovía la mención a los frasquitos y los bizcochitos.


Es que con Pascual Contursi el tango pasa a nombrar, sin pintoresquismos compadres, las cosas y las pilchas de la vida popular cotidiana de su tiempo. Ahí están “Mi noche triste”, “Bandoneón arrabalero”, “Ivette” , “Te doy lo que tengo”... modalidad que después recogen otros autores de la tradición letrística tanguera y está presente, por ejemplo en “Amurado”, “Ninguna”, “Mi vieja viola”, “Remembranza”, “Viejo smoking”, determinando en todos los casos su condición poética.

En cuanto al lugar de Pascual Contursi como precursor, no está solo en el contenido de sus letras, sino en el propio hecho de que el tango había sido hasta entonces algo para bailar, y empieza a convertirse, otra vez con Gardel como vehículo, en algo para escuchar. Como lo decía alguien (según Gobello el autor teatral Agustín Remón, según otros, Discépolo, que quizás lo repetía) Contursi llevó el tango de los pies a los labios, 

Pero entrando de lleno a su calidad poética, encuentro en Idea Vilariño la mejor expresión de lo que era mi sentimiento infantil sobre las letras de Contursi, y con esto reconozco y admiro el coraje de Idea que, poeta sensible como era, fue de las primeras en dar consideración seria y comprometida a lo que para muchos era un género ajeno a la poesía...



Aquí el enlace con el artículo completo, que incluye comentarios y una antología